Una gota de Cortázar
Ser una gota en la lluvia que es Cortázar
Conocí a Cortázar en la universidad. Recuerdo que leí uno de sus cuentos y quedé deslumbrado. Luego otro y otro. Cuando describí su vocación de crítico y ensayista quedé aún más sorprendido, pues me parecía un hombre profundamente lúcido, era uno de esos escritores que escriben impulsados por la experiencia de la vida y de la literatura misma, desde luego. Luego conocí su voz; esa vibrante múltiple arrastrada, entre la lengua y el paladar. Leí algunos cuentos y poemas. Porque ante todo, y hay que decirlo casi que como un acto de justicia, Cortázar es un poeta. Un prestidigitador del lenguaje. Capaz de alterar la realidad con un par de palabras.
Después leí Rayuela. Y fue entonces cuando el deslumbramiento creció. Una historia de amor leída como sucede el amor: con saltos, con altibajos, con límites muy concretos, como una Rayuela. Conocer París y ronronear los cafés. Sentir el frío que se avista con la brisa.
Hay escritores que se agotan, que sólo ameritan leerlos una sola vez, para quedar con esa huella que dejan las buenas historias, pero Cortázar es un escritor inagotable. Siempre hay algo nuevo que leer en su obra. Siempre hay un giro que uno como escritor de historias anda pescando en los océanos que más nos encarnan.
Cuando escuché, de su propia voz, "Aplastamiento de las gotas", supe que Cortázar era un escritor diferente a todos los escritores latinoamericanos que había leído. Y no diferente por su manera de crear universos ficcionales, sino por ese manejo del lenguaje, por esas formas eróticas de usar las palabras; su capacidad para crear una lluvia incesante sólo con un par de libres sintagmas.
https://youtu.be/_xbNZltSgEw?si=iVMSlfebPoCaM0zO
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